Y siguiendo con tortuoso y hórrido devenir de la experiencia literaria, el pequeño muchacho comienza a desear escribir más... no por gloria ni fortuna... sólo por simple expresión abstracta de su vivir y su sentir...
Duelo
“... Dios mío, dios mío, no
soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanar mi
alma...”
Una frase que me hace
pensar, no necesito que un dios me hable; sí, mi alma está dañada, pero lo único
que necesito es tu sonrisa.
Tu siempre estas conmigo,
apoyándome en todos sentidos, ríes conmigo y me secas las lágrimas, sonríes y
me haces sonreír, hablas conmigo y te respondo lo mejor que puedo, me arrancas
risas y sonrisas aunque esté muriendo por dentro.
Gracias a ti puedo ver las
estrellas, puedo viajar al infinito, sobre la luna y la historia, a través de
toda oscuridad y soledad...
De pronto despierto y miro
mi habitación, colmada de sueños y anhelos; de ilusiones, grandes y
gloriosas... entonces veo mi fotografía, la imagen de mi vida, parece completa,
pero de ti sólo un hueco existe.
Y aquí no estas para
apoyarme, no hay ningún dios para sanarme, solo hay dolor y lágrimas que desde
siempre estuvieron y nunca jamás secaste...
¿Dolor?... ¿Traición?... ¿Ira?... No, sólo era miedo a estar solo, miedo al dolor solitario y a no compartir la vida con alguien.
Recordar es vivir...
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